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Pérdida auditiva mínima en la niñez.

 

 

El concepto de pérdida auditiva mínima es reciente; en la mayoría de clasificaciones de pérdida auditiva se habla de deficiencia a partir de las hipoacusias leves, es decir cuando en promedio en las frecuencias 500 a 2000 Hz, hay umbrales tonales entre 26 y 40 dB; en las últimas décadas se ha introducido en esta clasificación la pérdida mínima, cuando el promedio tonal está entre 16 y 25 dB. (ASHA).

 

 

El niño con una pérdida mínima o leve, puede ser fácilmente juzgado como un niño normo-oyente; las dificultades que presenta no son claras a los ojos de cualquier persona; con frecuencia sus características pueden hacer que sea confundido con un niño con dificultades de atención o conducta.

 

 

Para entender qué efectos tiene una pérdida auditiva mínima o leve en un niño, se debe analizar la acústica del habla, de forma que sea claro cuáles sonidos no serán escuchados por el niño, o serán oídos distorsionadamente; la mayoría de sonidos del habla tienen intensidades por encima de 30 dB, por lo tanto el niño con pérdida auditiva leve posiblemente escuchará sin dificultad las consonantes oclusivas que tienen mayor carga de energía, así como la vocal “a”; pero los demás fonemas serán escuchados con muy pobre intensidad favoreciendo confusiones en la percepción de los mismos, especialmente cuando el habla se produce en un ambiente sonoro adverso: con altos niveles de ruido o alta reverberancia, por ejemplo. En las pérdidas auditivas leves, las claves acústicas del habla por encima de 1000 Hz, indispensables para la discriminación fonética del habla, son audibles, pero con 15 o 20 dB menos de intensidad, por tanto algunos sonidos no se escuchan, y difícilmente se escuchan las palabras cortas; es así como un niño con pérdida auditiva leve puede perder entre un 25 a un 40% de la señal del habla, dependiendo de varios factores como lo son el ruido de fondo, la distancia con el hablante, el nivel de reverberación en el salón donde se encuentre y la configuración audiométrica de su pérdida auditiva.

 

 

Hasta relativamente poco tiempo han sido estudiados los efectos de las pérdidas auditivas mínimas y leves en la niñez. El primer gran estudio reportado en la literatura fue realizado por Bess et (1998) en Gran Bretaña, encontrando una prevalencia de 5.4% de pérdidas auditivas mínimas no detectadas desde 3º hasta 9º grado. La causa más frecuente de estas pérdidas leves es la otitis media; pero se reporta un 2% de niños con pérdidas leves de tipo neurosensorial de origen variable (genético, infecciones virales intrauterinas e hipoxia neonatal, dentro de las más frecuentes).

 

 

Con respecto a la otitis media, vale la pena recordar que es la segunda enfermedad más común en la niñez (OMS); se calcula que el 50% de los niños han tenido al menos un episodio de otitis media durante el primer año de vida, y entre el primero y tercer año, un 35% de los niños han tenido episodios repetidos. El 30% de los estudiantes con problemas de aprendizaje tienen historia de otitis media crónica. La pérdida auditiva ocasionada por la otitis media se caracteriza por ser fluctuante, con frecuencia silente, además de que tiende a ser temporal; cuando la otitis media no tiene un tratamiento médico adecuado, puede llevar a alteraciones estructurales del los huesecillos, produciendo una mayor deficiencia auditiva, ya permanente.

 


Efectos de una pérdida auditiva mínima o leve:

1. Una pérdida auditiva mínima o leve reduce las oportunidades para el aprendizaje incidental: un alto porcentaje de los aprendizajes del niño se hace de manera incidental; pero la pérdida auditiva se presenta como una barrera para aprender del medio ambiente.

2. La adquisición de patrones precisos de habla y lenguaje.

3. Lograr un desarrollo adecuado del lenguaje y una comunicación eficiente.

4. Tener acceso a información de medios como la TV, videos, teatro, radio.

 

 

Estas dificultades se traducen en un aumento significativo de la probabilidad de llegar a tener un problema de aprendizaje; inclusive la deprivación auditiva puede llevar a manifestar síntomas semejantes al de un trastorno de procesamiento auditivo central.

 

 

 

Con mucha frecuencia, las pérdidas auditivas leves se asocian a trastornos de la lecto-escritura y trastornos de la integración auditiva-visual. Hay pobres habilidades en tareas de deletreo de palabras a la vez que se observa déficit en tareas verbales específicas con fuertes componentes de memoria

auditiva secuencial (patrón característico de niños con problemas de aprendizaje con déficit específico de procesamiento auditivo).

 

 

Todo lo descrito lleva a entender como las pérdidas mínimas y leves afectan el aprendizaje pedagógico, encontrando:

 

* Dificultades académicas evidentes aun desde el jardín infantil.

* Alteraciones en atención: dificultad que se incrementa en presencia de ruido o cuando el profesor está a mayor distancia. Esto se evidencia en el hecho de que estos niños tienen 3 veces más probabilidad de repetir un año escolar.

* Los problemas académicos se hacen más notorios después de 3er grado, debido a la mayor complejidad del lenguaje, la disminución en las claves visuales el aumento en las verbalizaciones, la mayor necesidad de manejo de secuencias y la recordación y la falta de desarrollo de pre-habilidades en niveles anteriores. Estas características llevan a que con frecuencia se confundan con trastornos atenciones.

 

 

 

hipoacusia en la infancia. screening auditivo.

Si se reconocen los efectos nocivos de las pérdidas auditivas leves sobre el desarrollo normal del lenguaje y sobre el aprendizaje pedagógico, es claro que debe dárseles la importancia necesaria tanto en los programas de promoción y prevención de la salud auditiva, como en los aspectos de intervención. Debe resaltarse la importancia de los programas de tamizaje auditivo desde la primera infancia para un diagnóstico oportuno; y en aquellos casos diagnosticados, deberán hacerse las consideraciones audiológicas pertinentes para definir la necesidad de amplificación en cada caso particular.

 

 

En la actualidad existen opciones tecnológicas adecuadas no solo para las pérdidas auditivas mínimas o leves, sino también para las pérdidas exclusivas de frecuencias agudas; el advenimiento de la tecnología digital en los audífonos, ha permitido el manejo selectivo de la amplificación en ciertos grupos de frecuencia, permitiendo inclusive el ingreso natural de las frecuencias graves por medio de una adaptación llamada de “oído abierto” con audífonos reducidos en su tamaño.

 

 

De igual importancia en este campo ha sido el desarrollo de sistemas de transmisión de la señal por radio frecuencia modulada, comúnmente conocidos como sistemas FM; estos sistemas utilizan un transmisor que envía la señal recogida por un micrófono localizado muy cerca de la fuente de emisión del habla (aproximadamente 8 – 10 cms de la boca del profesor) hasta un transmisor que lleva el niño, bien sea adaptado a sus audífonos o inclusive, en la más reciente innovación tecnológica, a un receptor individual que puede ser utilizado por niños con pérdidas mínimas o aun con audición normal. El objetivo final de cualquiera de estos sistemas FM será reducir los nocivos efectos de la distancia, el ruido de fondo y la reverberación sobre la discriminación del habla.

 

 

Adicionalmente al uso de herramientas de ayuda auditiva, los maestros también pueden ayudar al niño con algún grado de pérdida auditiva favoreciéndolo con un lugar preferencial en el salón de clase (parte delantera del salón para reducir los efectos de distancia); reduciendo lo más posible el ruido de fondo en el salón de clase para mejorar la proporción señal/ruido y asegurándose de que siempre que va a dar una instrucción oral al niño con la deficiencia auditiva, deberá primero llamar su atención.

 

En la medida en que se haga un manejo adecuado y oportuno de las pérdidas auditivas leves en la infancia, podrán reducirse sus efectos adversos.

 

Fuente Oír Audiología.

 

Audioprot Dominicana | Centro Audiologico | Adaptacion de Auxiliares Auditivos

 

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